No hay prueba de execración por parte de Horemheb
Estatua de Horemheb destrozada |
Obviamente, Akhenaton tuvo enemigos, y éstos sí llevaron a cabo una damnatio memoriae contra él. Pero nada prueba que entre ellos pueda incluirse a Horemheb. La destrucción de monumentos de Akhenaton y el martilleo de su nombre y su rostro en relieves y estatuas pudo deberse a revueltas populares, quizá dirigidas por algún sector del clero y otros funcionarios descontentos, o manipuladas por conjuras interesadas de oportunistas, pero nada de ello implica necesariamente a Horemheb.
Hay que tener en cuenta también que algunos destrozos pudieron ser obra de iconoclastas posteriores, como cristianos o musulmanes, que a veces utilizaban los monumentos antiguos o sus materiales, generalmente para usos profanos. Desde la época de Akhenaton hasta nuestros días ha habido muchas guerras, pillajes y gamberrismo, además de diversos fanatismos y supersticiones iconoclastas. No tuvo que ser Horemheb quien ordenara los destrozos. Además, también la tumba menfita de Horemheb sufrió agresiones, y muchas estatuas de Horemheb, anteriores y posteriores a su coronación, en su tumba y en muchos otros lugares, están rotas intencionadamente. Pero se sabe que los reyes que le sucedieron le veneraban y jamás quisieron suprimir su memoria (de hecho, ordenaron adorarle). ¿Quién le hizo, pues, damnatio memoriae a Horemheb?
Es posible que, en algunos casos, se trate de venganzas por los severos castigos impuestos a funcionarios corruptos (como la amputación de nariz), aunque en muchos otros casos los destrozos pudieron ser posteriores a la época faraónica, sin que nunca fueran ordenados por un faraón.
No hay prueba alguna de que Horemheb haya execrado a los faraones que le precedieron, y tampoco de que lo haya hecho oficialmente ningún faraón posterior. Los ramésidas se limitaron a pasar por alto lo que a nivel privado se decía sobre Akhenaton. No persiguieron a quienes le execraban, pero tampoco les siguieron la corriente a nivel oficial, o al menos no se ha conservado ninguna declaración de un faraón que maldiga o execre, o se abstenga de mencionar a Akhenaton diciendo cosas como "el caído" o "el rebelde". Todos los ejemplos de ello conservados y hallados pertenecen a particulares.
Pruebas de que Horemheb no quiso execrar a los reyes amárnicos
Akhenaton
La estatua más grande hallada de un faraón adorando al Atón de Iunu es precisamente de Horemheb. Cierto es que se trata de una representación al estilo clásico y no como las de Akhenaton, pero, en principio, no es que uno adorase a Atón y el otro no.
Y en lo que respecta a Akhenaton como hombre, Horemheb jamás habría querido ser representado con la cara de un personaje odiado. Algunos relieves y estatuas de Tutankhamon son muy parecidos a las representaciones menos deformadas de Akhenaton, si es que no son del propio Akhenaton. ¡Pero llevan el nombre de Horemheb!
Hay pruebas de que Horemheb sirvió fielmente a los hijos de Akhenaton, y de que los amó hasta el grado de adoptar él mismo sus nombres y de poner el suyo a los monumentos de ellos.
Smenkh-Ka-Re
De haber querido hacer olvidar a Smenkh-Ka-Re, cuyo nombre de trono era precisamente Djoser-Kheperu-Re, Horemheb no se habría puesto él mismo justo ese nombre para reinar, habiendo tantos otros nombres donde elegir y pudiendo inventarlo, ya que un nombre egipcio es una frase, un lema cuyo sentido estaba claro para los hablantes de esa lengua. Por si fuera poco, Horemheb añadió a su nombre de trono el de Setep-en-Re, que era el de la menor de las hijas de Akhenaton y Nefertiti, y que después sería tomado por muchos reyes posteriores.
Es cierto que lo más importante de un nombre era su significado, y que "Santas son las transformaciones de Ra" y "Escogido de Ra" son nombres perfectos para un faraón. De hecho, también lo era Akh-en-Aton, "Espíritu activo bienhechor de Atón" : dos faraones ramésidas, Si-Ptah (Akh-en-Re) y Ramsés VIII (Akh-en-Amon) estuvieron a punto de tomarlo y lo modificaron ligeramente.
Pero también se daba importancia a cosas como la tradición familiar, y se adoptaban nombre de personajes admirados. Un faraón no habría tomado para sí mismo el nombre de un personaje maldito, que él mismo prohibiría pronunciar y borraría para la eternidad, como se cree que hizo Horemheb. Incluso por simple conveniencia, no se habría puesto para reinar un nombre de hermoso significado, pero que al pueblo, al clero, etc., les recordase unos reinados malditos.
Tut-Ankh-Amon
Si Horemheb hubiera querido suprimir todo rastro de Tutankhamon, hubiera destruido y saqueado su tumba, o permitido que otros lo hicieran. Pero, cuando dicha tumba sufrió un intento de robo en tiempos de Horemheb, éste la mandó reparar, como hizo también con la de Tutmosis IV. Además, Horemheb nunca se molestó en suprimir de su propia tumba las escenas en las que era recompensado por Tutankhamon o actuaba a su servicio. Incluso se hizo grabar la cobra real en la frente para que se viera que un faraón había servido a otro.
Ay
Como en el caso de Tutankhamon, existen estatuas y relieves de Ay, con el rostro de Ay y el nombre de Horemheb. ¿De veras querría Horemheb ser recordado eternamente con el rostro de su odiado suegro, cuyo trono quería usurpar, cuyo nombre prohibió pronunciar y cuya tumba mandó destruir, después de haber sido coronado por él? Algo no cuadra en todo esto, pero los libros de Historia lo repiten infinitamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario