Los ramésidas y Akhenaton
Sarcófago de Ramsés con rostro parecido a Tutankhamon. Las orejas son de Akhenaton más que de Ramsés o Horemheb |
¿Damnatio memoriae?
Muchos egiptólogos coinciden en que, incluso si Horemheb no execró y borró la memoria de Akhenaton tan radicalmente como se suele creer, los ramésidas sí lo hicieron.
Es cierto que las expresiones de execración contra Akhenaton que se han hallado ("el Caído", "el Rebelde") datan de la época ramésida, pero ninguna de ellas pertenece a un faraón. Hasta ahora no ha aparecido expresión ninguna de condena o execración de Akhenaton en un documento oficial de un rey. Parece ser que los ramésidas se limitaron a ocultar que Akhenaton había reinado, pero no lo maldijeron ni condenaron de forma explícita, si bien tampoco persiguieron a quienes sí lo hacían.
La política ramésida respecto a Akhenaton parece haber consistido sólo en el olvido oficial, sin que por ello hubiera una censura a las expresiones contrarias del pueblo. Tal censura hubiera contribuido al recuerdo, precisamente al recuerdo negativo, que es justo lo que los faraones trataban de eliminar. Así, representaron la historia faraónica con Horemheb sucediendo a Amenhotep III, y con los reyes amárnicos ocultos en el reinado de Horemheb, como si sólo él hubiera reinado antes de Ramsés I. Según esta visión, si habían ocurrido cosas malas no era debido a ningún faraón, ya que fue precisamente el faraón (Horemheb) quien puso remedio al desorden.
Se suele decir que, como para los egipcios la muerte del recuerdo, del nombre y de la imagen era la muerte absoluta, la negación del más allá o el mismísimo infierno, Horemheb y los ramésidas impusieron a Akhenaton y su familia la peor de las condenas. Superficialmente, se ve así, y eso era lo que, con toda probabilidad, Horemheb y sus sucesores querían que el pueblo pensara, a fin de ocultar unos hechos que las multitudes jamás habrían sido capaces de comprender, y que, sin unas aclaraciones sólo al alcance de una minoría, hubieran socavado la autoridad de la institución faraónica.
Es cierto que los ramésidas no incluyeron a los reyes amárnicos en las listas de faraones (tampoco los antepasados hiksos de los reyes ramésidas figuran en ellas, por más que ellos se honraron de ser sus descendientes), que desmantelaron la mayor parte de sus monumentos y que no evitaron que algunos fueran vandalizados, pero hay pruebas de que, como Horemheb, los faraones ramésidas no consideraron malditos a los reyes amárnicos.
La religión ramésida
En el plano religioso, los reyes ramésidas, como los hiksos, dieron un gran énfasis al culto de Seth, pero no fue menor su devoción por Amón-Ra, uno de cuyos nombres es Itemu o Atum, y cuyo poder se manifiesta en el Iten o disco solar. El culto amoniano de la época ramésida apenas se diferencia, en el tipo de oraciones, himnos y y expresiones de devoción personal y colectiva, del culto de Akhenaton, salvo que, como antes de éste, la religión ramésida vuelve a servirse profusamente de imágenes y menciona individualmente como entidades personales todas las formas divinas. Éstas eran vistas por el clero y las élites intelectuales como atributos y cualidades personificados, cuando no hijos o creaciones, de la primera y única gran divinidad, pero la mayoría de la gente las veía como "dioses", cosa que Akhenaton vio como algo sumamente ilógico, un error a corregir.
Los faraones ramésidas eran semitas adoradores de Baal o Sutekh, también llamado Seth, que para los egipcios era el hijo de Geb, nieto de Shu y biznieto de Atón. No podían considerar, pues, una herejía el reconocer que todo procede de Atón. No obstante, ello no impidió que tuvieran que ocultar una verdad incómoda a las multitudes, que atribuían ciertos errores políticos de Akhenaton (que habían llevado al caos social) al abandono de los "dioses" tal como los concebía la cultura popular, basada en los cultos locales tradicionales. Ésta ignoraba la elaboración intelectual unificadora realizada por el alto clero, el cual no podía ( y en ciertos aspectos, como el económico, no le interesaba) imponer al pueblo un culto monoteísta declarado.
Pruebas de que los ramésidas no odiaban a Akhenaton
Se ha descubierto que los ramésidas también reutilizaron materiales de los monumentos de Akhenaton, y que no hicieron ascos a usarlos en templos. Como antes había hecho Horemheb, también Ramsés II rellenó pilonos de templos con talatat de Akhenaton. Si estos reyes hubieran pensado que Akhenaton era un hereje, alguien indigno de acercarse a un templo, jamás habrían ordenado tal cosa, ya fuera para no provocar la ira divina o para no tener al clero en contra o al pueblo dispuesto a una revuelta.
Luego está la cuestión de los nombres. El nombre de Setep-en-Re ("Escogido de Ra") fue usado por la práctica totalidad de los reyes ramésidas y también por muchos otros faraones de dinastías posteriores, egipcias o extranjeras de diversas procedencias. Los ramésidas tomaron de Horemheb el nombre de Setepenre, pero éste, curiosamente, había sido el de la menor de las hijas de Akhenaton y Nefertiti, y Horemheb se lo puso al lado de Djoser-Kheperu-Re, con el que había reinado Smenkh-Ka-Re. Probablemente, la mayoría de los faraones, especialemte los no ramésidas, que se llamaron Setepenre no eran conscientes de ello, pero esto quizá era también parte del plan de Horemheb, un recuerdo eterno en el olvido aparente. Por si no bastara lo anterior, hay entre los ramésidas un Akhenre (Siptah) y un Akhenamon (Ramsés VIII).
En cuanto a las imagenes de los reyes amárnicos, si no se han hallado reyes ramésidas con los rostros de los supuestos herejes, ello es, probablemente, porque ya se encargó Horemheb de poner su nombre a todo lo que no fue desmantelado o destruido. Sin embargo, no debería sorprender el hallazgo de estatuas, relieves, etc., con nombre ramésida y apariencia amárnica. Hasta ahora, sólo se conoce un féretro de madera, en el que fue enterrado por segunda vez Ramsés I, que tiene el rostro de Tutankhamon o Smenkh-Ka-Re y que se ha identificado recientemente con Horemheb, sin duda porque muchas estatuas y relieves de Horemheb son, en realidad, de Tutankhamon o incluso Akhenaton.
Luego está la cuestión de los nombres. El nombre de Setep-en-Re ("Escogido de Ra") fue usado por la práctica totalidad de los reyes ramésidas y también por muchos otros faraones de dinastías posteriores, egipcias o extranjeras de diversas procedencias. Los ramésidas tomaron de Horemheb el nombre de Setepenre, pero éste, curiosamente, había sido el de la menor de las hijas de Akhenaton y Nefertiti, y Horemheb se lo puso al lado de Djoser-Kheperu-Re, con el que había reinado Smenkh-Ka-Re. Probablemente, la mayoría de los faraones, especialemte los no ramésidas, que se llamaron Setepenre no eran conscientes de ello, pero esto quizá era también parte del plan de Horemheb, un recuerdo eterno en el olvido aparente. Por si no bastara lo anterior, hay entre los ramésidas un Akhenre (Siptah) y un Akhenamon (Ramsés VIII).
En cuanto a las imagenes de los reyes amárnicos, si no se han hallado reyes ramésidas con los rostros de los supuestos herejes, ello es, probablemente, porque ya se encargó Horemheb de poner su nombre a todo lo que no fue desmantelado o destruido. Sin embargo, no debería sorprender el hallazgo de estatuas, relieves, etc., con nombre ramésida y apariencia amárnica. Hasta ahora, sólo se conoce un féretro de madera, en el que fue enterrado por segunda vez Ramsés I, que tiene el rostro de Tutankhamon o Smenkh-Ka-Re y que se ha identificado recientemente con Horemheb, sin duda porque muchas estatuas y relieves de Horemheb son, en realidad, de Tutankhamon o incluso Akhenaton.
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